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La teoría correspondentista de la verdad, o teoría de la verdad como correspondencia, establece que la verdad o falsedad de una proposición está determinada únicamente por la forma en que se relaciona con el mundo, y si describe con exactitud (se corresponde con) el mundo. Según esta teoría, la verdad consiste en una relación de adecuación o concordancia entre el entendimiento que conoce y lo real, junto con la expresión de un lenguaje (lenguaje «apofántico» que llamaba Aristóteles), lenguaje propio de la ciencia, que expresa la verdad del conocimiento. No obstante en la actualidad, la no aceptación de un conocimiento metafísico de lo real, hace que esta teoría se considere referente a una oración o expresión lingüística que es verdadera cuando lo que dice es el caso.[1]
La teoría de la verdad como correspondencia es quizás la teoría de la verdad más extendida.[2] La idea general se remonta por lo menos a algunos de los filósofos griegos clásicos, tales como Sócrates, Platón y Aristóteles.[3] Según la versión tomista de la adecuación, es el intelecto el que debe adecuarse a la realidad (asimetría adecuacionista): debemos pensar las cosas conforme a lo que son. Así, la proposición «llueve» será verdadera si, efectivamente, llueve en el momento en que se profiere;[4] la proposición «Dios existe» será verdadera si Dios existe, etc.[5] La teoría experimentó un resurgimiento a principios del siglo XX como reacción a la teoría coherentista de la verdad que sostiene que la verdad o falsedad de una proposición está determinada por su relación con otras proposiciones en lugar de su relación con el mundo. Por contraste, las teorías correspondentistas intentan establecer una relación entre los pensamientos o las proposiciones por un lado, y las cosas o los hechos por el otro. En su Tractatus logico-philosophicus, Ludwig Wittgenstein sostiene que el lenguaje —como serie de proposiciones lógicas— es una figura de la realidad.[6]